Hace unos 25 años, cuando yo estaba en una crisis muy fuerte, con mucho sufrimiento emocional y no sabía ni por dónde me daba el aire,
me hablaron de un médico tibetano.
No un médico occidental (medicina halopática) que había nacido en Tíbet, no.
Era un hombre tibetano y médico de la medicina tibetana.
Aclarado esto, sigo.
Por casualidad, un día estaba hablando con un vecino y me habló de ese “médico”.
Resulta que ése “médico” pasaba consulta relativamente cerca de donde vivo.
Y como yo estaba tan desesperada, pues allí que fui.
Recuerdo que me recetó unos hierbajos que sabían fatal. Pero, lo dicho, estaba desesperada y me los tomaba.
Fui allí durante unos meses y como el tibetano era un hombre majo, un día quedamos para comer.
Y estuvo muy bien porque allí me contó algunas cosas del Tíbet muy interesantes (al menos para mí).
Y una de las cosas que me contó es que llevaba unos 3 años en Occidente y lo que más le había sorprendido era el sufrimiento psicológico que teníamos la gente, aunque tuviéramos lo suficiente en lo material.
Él me habló de todas las desgracias que le había pasado el pueblo tibetano desde la invasión de China:
guerra,
torturas,
asesinatos,
exilio de mucha población tibetana,
hambre,
muchas penurias de todo tipo,
muchísimos niños huérfanos,…
Y aún así, nunca había visto tanto sufrimiento, ni mucho menos, como la gente que sufre en Occidente.
A mí eso me impactó muchísimo.
Porque fíjate si tenían motivos los tibetanos para estar mal, sufrir, quejarse,…
Pues resulta que los occidentales les ganamos en sufrimiento psicológico mucho, mucho, pero que mucho,…
¡Qué extraño! ¿Verdad?
Sin embargo tiene un por qué.
Si estás sufriendo psicológicamente por lo que sea en tu vida, incluso aunque tengas suficiente en lo material.
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